La estancia en la que se encontraban
ahora, inconscientes, se inundó de silencio. El lugar era amplio y estaba
completamente vacío, solamente había una insignificante bombilla ubicada en lo
alto de la habitación titilando, como a punto de quemarse que les daba un toque
algo siniestro a las grietas en los muros de aquella madera centenaria, o
quizás milenaria, nadie lo sabe a ciencia cierta en estos días. Había además
una máquina en lo alto del muro que tenía la apariencia de un ventilador,
conectado a un par de tuberías pero que no parecía estar funcionando. No
existía en aquella habitación ni un solo sonido capaz de romper aquella
sepulcral quietud. Pasaron unos veinte minutos sin novedad alguna cuando de pronto
el extraño aparato transgredió el silencio haciendo girar sus aspas rumorosas, un
momento después en un rincón apareció un pequeño haz de luz, acompañado por un
murmullo vibrante y al instante el muro se abrió dejando entrar una claridad
artificial, permitiendo ver una pequeña jaula, dentro de la cual se distinguía
una silueta que recortaba la luz, arrastrándose por el suelo de tierra su
sombra y alargándose tétricamente. Un susurro disgustado venía con ella
mientras se acercaba caminando con desdén hacia el centro de la habitación.
-Claro, todo yo, ¡todo yo! – se oía
refunfuñar a la silueta que a medida que se aproximaba tomaba más forma y
carácter revelando al fin que se trataba de un hombre de mediana edad.- ¿Y
ahora quien rayos fue el estúpido que abrió la com...- no pudo terminar la
pregunta cuando se dio cuenta de que habían dos personas inconscientes en el
suelo - perfecto, ahora yo tengo que recoger la basura- dijo, de muy mal humor.
Se alejó de la luz, convirtiéndose en una
silueta otra vez, cada vez más difusa, para dirigirse hacia un agujero que
había en el muro circular, introdujo un cristal igual al que llevaba Reedo y entonces
desde el orificio aparecieron líneas de un luminoso color violeta, que como
venas llenaron el muro por completo, se iluminó el cuarto y un panel enorme,
lleno de luces y botones surgió de la pared, acompañado por un estridente
sonido mecánico. Esta curiosa claridad violácea dejó entrever que el hombre
tenía un aspecto un poco turbio, su semblante lucía malhumorado y tenía una
cicatriz que atravesaba su ojo izquierdo. El tipo presionó algunos botones,
como siguiendo alguna combinación específica y luego levantó una pieza cúbica que
tenía muchas perforaciones.
-¿Que sucede?- dijo una vocecita
femenina que salía desde el artefacto con forma de cubo. Al parecer era una
especie de comunicador.
-Necesitaré algo de ayuda aquí arriba, envíame a Radis.- dijo.
-¿Qué sucedió? No… no me digas… ¿Otra vez Reedo?- pregunto la voz, sin parecer
en absoluto sorprendida.
-¿Que comes que adivinas?- dijo irónicamente el individuo y dejo el artefacto
donde estaba.
Se acercó al chico y lo volteó empujándolo con
su pie, como quien empuja un saco o un cadáver, y luego se agachó gruñendo para
comprobar su estado poniendo los dedos sobre su cuello.
-Chiquillo imprudente- farfulló.- ¿cuándo dejarás de ser un estúpido? ¡Ah! Esta juventud de hoy, tan insensata e idiota...
-Chiquillo imprudente- farfulló.- ¿cuándo dejarás de ser un estúpido? ¡Ah! Esta juventud de hoy, tan insensata e idiota...
Después de unos veinticinco minutos de
larga espera, un eco mecánico se escuchó en la habitación, y desde el rincón
opuesto al cual había aparecido el hombre, apareció otra jaula. Ésta era
bastante más grande, de ella salieron dos personas, uno de ellos era un
muchacho, no superaba los diecisiete. Llevaba un maletín.
-Al parecer, quiso ser héroe y le entregó su respirador a la chica.-dijo,
apuntando hacia la desconocida.
-Y ella, ¿quién es?- preguntó Radis mientras examinaba al chico y el muchacho
del maletín, se encargaba de la chica.-No tengo ni la más jodida idea. En
realidad tampoco me interesa, solo me importa que se lleven estos “bultos”. Ya
bastante tiempo he perdido aquí por culpa de ellos.- dijo muy despectivamente.
En un instante, el rostro de Radis
palideció.
-Esto no es bueno, esta vez se ha intoxicado en un grado mucho mayor. Rápido
hay que llevarlos hasta la Unidad Médica.
-Como si eso fuera una novedad.- Dijo el tipo malhumorado.
- Maestro, la chica está malherida, debemos apresurarnos.- agregó el chico que
venía con Radis. Intentó levantar a la chica, y cuando lo hizo, la capucha que
llevaba puesta cayó y dejo al descubierto su cabello: era blanco como la nieve.
Esto sorprendió bastante a todos los presentes.
-Podrían ayudarme, ¿no?- dijo Radis
algo molesto, tratando de sacar a los otros dos de su asombro. El muchacho se
sobresaltó avergonzado, y corrió a ayudar a su maestro.
El tipo malhumorado suspiró y los ayudó a
cargar a los heridos hasta la jaula. Radis, ya bastante más preocupado, se
apresuró a entrar en la jaula y la cerró de un golpe.
-¡Rápido! Su pulso es cada vez más débil.- Apremió inquieto.
-¡Rápido! Su pulso es cada vez más débil.- Apremió inquieto.
El muchacho del maletín, quien parecía
ser su aprendiz entonces introdujo un cristal en una ranura en un panel
pequeño, al igual que lo hicieron Reedo y el tipo malhumorado anteriormente, la
jaula desapareció tras el muro y comenzó a bajar. El hombre huraño sacó el
cristal del muro y lo devolvió a su bolsillo. En un segundo, la estancia volvió
a quedar en penumbras. Abordó la jaula en la cual había llegado y el silencio
se apoderó del cuarto otra vez, hasta que un crujido rompió la quietud. Cuando
el tipo llegó abajo, se dió cuenta de que la otra jaula aún no había llegado.
Fin del primer capítulo.
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